domingo, 29 de junho de 2025

Chupacabras

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El sol está bajando por detrás de las montañas. La manta de la noche empieza a cubrir el pequeño pueblo de Concepción, cerca de Barranquitas, en Puerto Rico. Las luces se encienden en la calle; luces flacas y naranjas, como pequeñas islas iluminadas en medio a la vasta oscuridad de la sierra. Los años 90 anuncian la esperanza de un nuevo milenio pero también la nostalgia de dejar para trás un século de tradiciones.

Una casita imperceptible, como otras del pueblo, tiene la TV encendida. Amalia Sánchez está sentada en el sofá; sus ojos están fijados en la tele. Una película de terror llena el aire de la sala de estar muy simple. – “¿No tiene miedo, mija?”. Amalia casi no escucha lo que su padre, José Sánchez, le ha preguntado. – “Peldón, papá, no t´ecuché. ¿Puede repetí pa´mí lo que dijite?” José soltó una risa cómica pero también nerviosa. A él no le gusta como su hija no hace planes para su vida, como casarse. O casarse. O también… casarse. José siempre fue un hombre infiel a su esposa, ya falecida. La família no muere de hambre, pero el dinero no alcanza para que escogeran lo que comer…

Un sonido muy espeluznante, como una carcajada siniestra, retumba desde el bosque cerca de la simple casa. La combinación del sonido con el filme de terror deja a Amalia helada de pavor. – “¡Venga, Amalia, pronto!”. José y su hija corren hasta el bosque a ver como va la res de la familia. Al llegar, el espanto: de las 15 cabras, 13 estaban muertas. “Pero ante del anochecer la puse dentro del establo…”, dice Amalia muy asustada. Una mirada más cercana revela algo más macabro: las cabras muertas están completamente secas de sangre. No quedó ninguna gota. En cada cabra muerta se nota una marca cerca del cuello: 2 puntos, cada uno del tamaño de la punta de un cigarrillo.

Amalia ve dos ojos rojos y relucientes a unos 15 metros de distancia, en dirección al bosque. Solta un grito como si soltara todo el aire de su pecho. Toma la mano de su padre y los dos corren como nunca antes hasta dentro de la casa. Su padre, infelizmente, no consigue llegar a tiempo dentro de casa. Amalia ya entende lo que eso significa.

Después de 3 días, la notícia ya es una sensación por todo Puerto Rico: el “chupacabras” puso miedo en los puertoriqueños: ninguien quería salir por la noche; muchos testigos afirman haber visto el chupacabras aterrorizando la vecindad y que él sería el responsable por matar cabras, gallinas y hasta algunos perros, principalmente en los pueblos isolados.

María Carrasco Fernández también vivía en Concepción. Al contrario de Amalia, es una mujer con objectivos claros y que pertenence a una família más abastada. Mismo con solo 20 años ya vive sola – según ella lo contaba, sus padres viven en San José; ella escogió vivir en las montañas para aprovechar el aire de altitud, ya que sufre de enfermidades respiratorias. – “Tá to´o bien… ¡al mino el chupacabra no tá atacando a la persona!” – dice con un poco de ironía  a su vecina.

El sol del mediodía ilumina fuertemente las casuchas del pueblo. ¿Sombras? Solo adentro. La gente respira el aire quente mezclado con el polvo de la tierra. Cada movimiento es tres veces más agotador que en condiciones humanamente normales. 

Después de subir las carreteras muy pronunciadas y peligrosas de la sierra cercana, llega al pueblo un coche muy sofisticado y elegante, que contrasta con la simplicidad de ese lugar – probablemente el verdadero fin del mundo. Del coche sale un gringo muy alto y muy bien vestido, con ropas cortas por causa del calor, pero con aspecto muy sofisticado. Con un accento muy alemán y con interferencias de su lengua materna, se acerca a María y le dice: “¡Hola! Yo llamo Markus Schmidt. ¿Cómo llamas tú?”. María ve el reloj Vacheron Constantin (que por supuesto ella no conoce la marca, pero ya percibe ser algo que custa más caro que su propria vida) en la muñeca y ya le responde, gesticulando, para que él la entienda mejor: “Señor Schmidt, ¡Bienvenido! Al lado de mi casa está tu hospedaje.” Markus tiene como hobby la criptozoología, y quiere hacer de todo para intentar al menos tomar una foto de la criatura tan misteriosa acechando la sierra de Barranquitas.

Un día de mucho calor va llegando nuevamente al fin. El aire humedo cubre cada parte del pueblo. Los insectos cantan en coro una melodía anunciando los misterios de la noche tropical. Amalia al principio no se interessa en saber sobre el gringo, solo piensa en Pedro, su pasion de infancia; todavía va quedándose más y más fascinada por el interés que Markus tiene por ella. “Hola, tú eres mucho guapa.” Markus se queda encantado con el charme y el humor de Amalia. “Halló. Isch haize Amalia.” Beben varias copas de coquito y beben sus proprios besos. “Yo estoy alemán. Yo vengo del Alemania. Yo habito en Edewecht.” El coquito les da más sed de quererse el uno al otro y aprovechan muchas noches juntos. 

Las tres semanas más quentes de la vida de Markus se pasan, y hasta el momento no consigue una foto del chupacabras. Sin embargo, los últimos días se quedan atemorizantes. Además de cabras, gallinas, gatos y perros, ahóra también hombres son encontrados sin vida y sin sangre en sus cadáveres.. “¡Esta noche voy yo una foto de lo chupa-cabras hacer!” dice Markus con su acento y orden alemanes. La oscuridad llega en la sierra y al mismo tiempo anochece en la gente, pues tienen miedo del chupacabras o de que sus familiares sean los próximos a desaparecer. Aunque Amalia tenga mucho miedo, hace de un todo para conquistar e impresionar a Markus y se va con él hasta el bosque; “quien no va al boque no va a casá”, piensa. 

El ciclo del miedo no se acaba, y más una noche llega con su calor paralizante. Pero no a Markus. Ahora, con mucha determinación, él va con Amalia hasta la parte más honda del pequeño valle de un arroyuelo dentro del bosque. Están ahora en el territorio del chupacabras. Con una linterna muy flaca mal pueden ver dónde pisar. Por detrás de la vegetación se observan dos ojos relucientes y rojos. “¡EL CHUPACABRA, CUIDAO!” Amalia berrea y Markus le sigue hasta una area con piedras muy resbaladizas. La criatura se acerca a ellos con un aspecto muy asustador: la piel verde oscura, con escamas; los ojos rojos y relucientes son muy grandes; las patas superiores con 3 dedos lungos y uñas afiladísimas; las patas inferiores irónicamente se parecen con patas de cabra. Algo llama la atención de Markus y Amalia: el chupacabras se ve, en verdad, como una hembra.

Con un salto muy grande y de mucha precisión, el (o la) chupacabras intenta golpear a Markus. A pesar del miedo, Amalia no podría perder el hombre que finalmente conoció y con quien tiene la posibilidad de tener un futuro. Mismo muy temerosa, en un gesto de coragen, ataca a la chupacabras con un cuchillo viejo. Le dá 4 cuchilladas potentes y la bestia huye y desaparece en la oscuridad de las montañas. Markus saca una foto muy nítida del momento de la tercera cuchillada y también de la cara de la chupa-cabras.

Durante un tiempo, finalmente hay un poco de paz en el pueblo. Aún se buscan personas con paradero desconocido, pero no hay más nuevos casos de desaparecidos. No solo el pueblo se acalma, sino también la relación de Markus y Amalia. Demasiado. Brutalmente tranquila. “No, Amalia, hoy voy yo quedar solo en mi piso” … “Amalia, disculpa, yo tengo cabeza-dolor” … “Yo no sé, ¿estoy frío?”. Coincidentemente, Markus se queda más distante desde conseguir la foto del chupacabras. ¿Fue Amalia sólo un objeto, un divertimento, una escalera para conseguir una foto de una criatura horrible?

Como buena chismosa que es, Amalia aprovecha la noche de sueños de Markus y busca en sus cosas por más pistas sobre su vida. “¡Qué c4r4j0s, MALDITO SEA!”. Es obvio. Ella descubre que Markus tiene una esposa y tres hijos en Alemania. Encuentra fotos de criaturas siniestras pero también de mujeres con Markus: reconoce algunas paisagens que parecen ser de España y de Chile, otras claramente de Puerto Rico. Finalmente se da cuenta que es una de muchas mujeres en la vida de este hombre. La utiliza como una cualquiera. Sus planes de futuro se despedazan como un espejo hechizado por dolor. Sin pensar dos veces, busca el mismo cuchillo con el cual golpeó la chupacabras. Mira una última vez a Markus, durmiendo. “Debe estar soñando con otras… ¡Cabrón, mielda! VA AL INFIERNO!!!”. Sin pensar dos veces aplicó el cuchillo hasta el fondo de su corazón, “ya que no tiene uno…”.

La sangre empieza a chorrear sin contról. Amalia empieza a llorar y toma consciencia de que su acto va a traer serias consecuencias para su vida. Si ahora perdió la chance de casarse, puede perder la chance de vivir libre. Junta rapidamente un poco de dinero y pertenencias de Markus y huye hasta el bosque. No tiene plán, y llora torrencialmente. El arroyuelo fluye, acompañando sus lágrimas. 

De repente, después de caminar más de 10 kilómetros muy desorientada, encuentra un claro en el bosque. El sol del mediodía contrasta con el horror delante de ella: la luz quente y tropical ilumina los más de 200 cadáveres de animales y humanos, despedazados, algunos ya en un estado calamitoso de putrefacción. El susto y el pánico congelan sus miembros, el aire tropical ardiente la hace respirar con dificultad. 

María surge por detrás de Amalia. “Hola, mi amó, ¿qué hace aquí…?”. Amalia percibe que María está herida. Tiene cuatro marcas de apuñalamiento. Está nítido que María, en verdad, es la chupacabras.

María le revela a Amalia que vive más de cien años en Puerto Rico, y que busca la sangre de los animales y de los hombres para continuar viviendo y quedando con una aparencia de mujer joven. Amalia pregunta los criterios con que escoge sus victimas humanas y María responde: “los hombres que matan la dignidad de las mujeres deben morrer sin dignidad.” A Amalia le queda ahora claro: por eso su padre, infiel, no tuvo la chance de entrar en casa y esconderse de la chupacabras.

Amalia no sabe cómo reagir. Sintió que ella misma estaba con la moral parecida a la de la criatura. Mató a un hombre que utilizaba a las mujeres para su beneficio proprio. “Amalia, ahora tu conoces mi secreto…”. Ella comprende lo que María quiere realmente decir. No adelanta nada para intentar huír. El calor escaldante hace que cada paso de Amalia sea más y más lento. Amalia ya no puede más caminar en el aire candiente y implora por su vida… “María, no, ¡porfa! ¡No me mate, no te hice na´a!”. Sin misericordia, María corta su cuello con garras de asesina. Pone a Amalia tumbada en el suelo y a su lado el cuchillo viejo. 

Después de 3 días la policía encuentra el cuerpo sin vida de la pobre Amalia, el único con sangre en medio a todos los otros cadáveres secos. Descubren que ella mató a Markus y llegan a la conclusión que quitó su propria vida para evitar las consecuencias de sus actos. Después de algunas semanas, coincidentemente después de la muerte de Amalia, no hay más ninguna notícia o avistamiento del chupacabras. “Esa insolente asesina y delincuente e inmoral aterrorizó a la población. Va directo al infierno” dice el jefe de polícia. 

1 año se pasa, y la calidez tropical se contrapone al frío invierno de Alemania. Una notícia impactante surge en la televisión alemana: más de 100 piezas de ganado del pueblo de Edewecht (cerca de Oldenburgo) son encontrados muertos, sin ninguna gota de sangre en el cuerpo. Los dueños de la hacienda, después de muchos casos de infidelidad con una mujer misteriosa, también son encontrados sin vida. ¿La venganza de sus esposas? Son las primeras sospechas. La nueva jefa de la polícia garante que va solucionar el caso y se presenta a los participantes de la cobertura de prensa, misturando español y alemán: “Ich werde versuchen, diesen Fall mit allen Mitelln zu lösen,voy a intentar resolver ese caso. Freut mich, mi nombre es Marie Karrasch Ferdinand…”


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